Historias de la Biblia hebrea
EL CHIVO EXPIATORIO EN EL DESIERTO

Historia 30 – Levítico 16:1-34
Hemos aprendido que el sumo sacerdote era el unico que tenía permiso de entrar al lugar santísimo en el santuario. ¿Recuerdas? El lugar santísimo, era donde guardaban el arca de la alianza y donde vivía Dios. Hasta el sumo sacerdote sólo se le permitia entrar al lugar santísimo una vez al año, este día se llamaba el Dia de la expiación. El servicio en ese día era para demostrar que todos los pecados de todo el pueblo eran borrados, y que debían buscar a Dios. Nuestro Padre Celestial nos enseña esto en su libro, la Biblia, pero en esos tiempos no había Biblia, y no mucha gente sabía leer. Así que Dios les enseñaba a la gente por medio de actos que pudieran ver.

Para comenzar el Día de la expiación, el pueblo tenía que ayunar desde la puesta del sol del día anterior, hasta las tres de la tarde del siguiente día; en esa hora la ofrenda era puesta en el altar. No podían comer nada, hasta los niños tenían que ayunar, con la excepción de bebés. Así, cuando iban a estar delante de Dios buscando su misericordia, demostraban y sentían su arrepentimiento por sus pecados.

Temprano en la mañana, el sumo sacerdote ofrecía en al altar ante el santuario un sacrificio que se llamaba “sacrificio expiatorio”, esta era para él y su familia. Tenía que traer un novillo para el sacrificio expiatorio y quemarlo en el altar, tomando la sangre del animal la llevaba en el lugar santísimo y la rociaba en la tapa dorada del Arca de la alianza ante el Señor. Esto era para demostrar que el sumo sacerdote también estaba en necesidad de ser perdonado por sus pecados, y que también buscaba la misericordia de Dios. El sacerdote debía de tener sus pecados perdonados antes de que pidiera el perdón para los demás. Después el sacerdote regresaba al gran altar delante del santuario y le traían dos machos cabríos. Echaban suertes sobre los dos machos cabríos, uno para el Señor y otro para dejarlo libre en el desierto. Estos dos machos cabríos eran el símbolo de los pecados del pueblo. A uno de ellos lo ofrecía en holocausto en el altar, y el sacerdote tomaba la sangre del cabrito para nuevamente entrar al lugar santísimo y rociar la sangre en el arca de la alianza como lo habían hecho antes. Con esto le pedía a Dios que perdonara los pecados del pueblo de Israel.

Después el sumo sacerdote salía del santuario y ponía sus manos en la cabeza del otro cabrito, al cual se le llamaba “chivo expiatorio”, lo soltaban en el desierto y allí se perdía para nunca más regresar al campamento.

Al final de este servicio, el pueblo sentía que el Señor les había perdonado todos sus pecados, y la ofrenda de cada día era presentada en la tarde. La gente se regresaba a sus casas felices a comer lo que les placía después del largo día de ayuno. Dios trataba de enseñarles lo terrible que es el pecado.

El pecado nos separa de Dios, trae muerte y debe ser alejado con sangre. De esta manera mucho antes que Jesús viniera a quitarnos el pecado a través de su muerte, Dios nos estaba enseñando el camino al perdón y a la paz.